EL PODER DE LA VIVENCIA DEL TERAPEUTA. CONTANDO CON OTROS Y OTRAS. RECORRIDO DEL DESARROLLO DE VINCULOS, REDES Y MATRICES DE TRABAJO
Tania Martín González, Esther García de Bustamante Cartiel

ABSTRACT:

Recorrido personal de las autoras sobre las vivencias a propósito de la red de vínculos entre los coordinadores de grupos multifamiliares a partir de distintos momentos que han seguido a nuestros primeros contactos con el psicoanálisis multifamiliar.

Análisis del concepto de “contar con ” referido a nuestra propia vivencia del desarrollo de una matriz vincular entre compañeras y compañeros. Reflexiones sobre la magnitud de la importancia de la vivencia de encuentro y sobre la repercusión de lo multitudinario, el clima de los grandes grupos y la mente ampliada.

Así mismo, nos planteamos reflexionar sobre como las redes informales y espontáneas entre nosotros favorecen la creatividad y el intercambio, rescatando el deseo genuino de compartir y sentirse acompañado en la tarea.

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Nos gustaría compartir con vosotros y vosotras nuestra propia experiencia (compartida probablemente con muchas personas aquí presentes) en torno al proceso de creación de los actuales vínculos entre muchos de nosotros. Y que tienen como denominador común la aproximación al Psicoanálisis Multifamiliar.

 

En el año 2005 un grupo de profesionales de Madrid (psicólogos y psiquiatras) contactamos con la teoría y práctica psicoterapeútica propuesta por el Dr. García Badaracco. Para ello, algunas de estas personas habían viajado a Buenos Aires y otras, sin haber tenido aún esa oportunidad, habían comenzado a trabajar conforme a dichas teorías.

 

Tras ese contacto inicial con el Psicoanálisis Multifamiliar, pronto surgió en este grupo de profesionales la necesidad de reunirse con el objetivo de estudiar, profundizar, compartir experiencias, dificultades, etc. Y así nació lo que a partir de ahora llamaremos el Grupo de Salitre. Este grupo lo formábamos de forma más o menos estable ocho personas. Comenzamos a reunirnos en 2006, una vez al mes, en la Calle Salitre, más concretamente en el salón de la casa de nuestra colega Esther.

 

Eran reuniones informales, cuyas fechas acordábamos de un encuentro a otro. La estructura de éstas variaba en función de nuestras propias necesidades, así como del propio proceso grupal por el que transitábamos. El grupo no contaba con coordinación y durante la mayor parte del tiempo su composición no varió. Constituyéndolo se encontraban parejas, amigos, colegas….

Tras más de ocho años este grupo se disolvió a principios de 2014.

 

En su largo recorrido se sucedieron diversos momentos grupales nada ajenos a los que se pueden observar en cualquier otro grupo humano. Hubo momentos de alegría compartida por el logro que suponía la creación y mantenimiento de ese espacio de aprendizaje y acompañamiento, momentos en los que la formación de subgrupos amenazó la cohesión grupal, momentos de cambio que generaron aparición de ansiedades que fueron afrontadas como el grupo fue siendo capaz. Con el transcurrir de los años y de forma apenas perceptible, nos fuimos constituyendo en un grupo que, al igual que una familia en dificultades, se estereotipó en algunos de sus funcionamientos y en algunos de los roles atribuidos a cada miembro hasta que no fue posible mantener el espacio y, de forma consensuada en el seno del grupo, se decidió la finalización de ese espacio. La mayor parte de las personas que formamos parte de aquella experiencia continuamos después encontrándonos en espacios vinculados al trabajo o a nuestra vida personal con relaciones que, en muchos casos, se habían visto enriquecidas a lo largo de todos esos años.

 

No fue mucho después cuando apareció la idea de proponer nuevamente un espacio de encuentro de terapeutas vinculados con el Psicoanálisis Multifamiliar. Esta propuesta iba dirigida a profesionales vinculados con la salud mental (tanto de Salud Mental propiamente dicha, como del ámbito de Servicios Sociales, instituciones torpemente escindidas en la Administración y Políticas Públicas de España) que estuvieran coordinando Grupos Multifamiliares en la Comunidad de Madrid (más tarde se fueron incluyendo compañeros de la Comunidad de Castilla – La Mancha). Y en 2015 nos reunimos por primera vez en el Centro de Salud Mental de Getafe. Y así el pequeño Grupo de Salitre se vio incluido en un grupo más grande y más diverso. No todos los participantes de Salitre terminaron vinculándose a este nuevo espacio, pero las personas que sí lo hicimos llevábamos dicho grupo, junto con muchos otros grupos significativos, interiorizado a modo de grupo de referencia, de la misma manera que cuando una familia se incluye en un grupo Multifamiliar, aunque no lo hagan todos sus miembros.

Este nuevo grupo ha venido reuniéndose una vez cada tres meses. La ubicación y composición va variando en cada encuentro, proponiéndose cada vez unos voluntarios que se encargan de organizar el siguiente. Se trata de un grupo abierto y heterogéneo al que suelen asistir entre 30-50 profesionales. Profesionales de Psicología, Enfermería, Terapia Ocupacional, Trabajo Social, Educadores y Psiquiatras, vinculados con la enfermedad (o salud) mental.  Desde diversos ámbitos, nos encontramos para conversar, hacer propuestas, compartir dificultades y confrontar diferencias. Es un espacio con vocación de laboratorio de investigación y formación donde cada uno llega con su representación propia del grupo multifamiliar, pero con el deseo y dispuestos a correr el riesgo, de que esta se modifique, ampliándose y enriqueciéndose. Este intercambio posibilita la profundización e investigación de la teoría y la práctica del grupo multifamiliar.

La estructura de cada encuentro permanece más o menos estable, privilegiando los bloques de trabajo en grupo grande. Son las personas que organizan cada encuentro las que se encargan de mantener el encuadre y de proponer contenidos de comunicación, sin querer decir con esto que se trate de figuras de coordinación.

 

Son muchos los acontecimientos que se han producido en este grupo.

 

Por un lado, cabe señalar cómo a partir de este grupo grande se han originado relaciones personales, se han estrechado otras y en sentido inverso, cómo relaciones personales han influido y enriquecido la dinámica grupal. Se han ido entretejiendo relaciones y se han ido incluyendo muchas otras que los miembros traen consigo consciente e inconscientemente.

 

Sobre todo, a raíz del Primer Congreso de Psicoanálisis Multifamiliar llevado a cabo en Buenos Aires en 2008, diversas personas que hoy forman parte del Grupo Grande de Madrid entraron en contacto con colegas de otros países (Argentina, Uruguay y fundamentalmente Portugal e Italia). Estos últimos, por su proximidad geográfica a España, por el modo de aproximación al Psicoanálisis Multifamiliar y por las relaciones personales que se establecieron, se convirtieron en compañeros de trabajo muy significativos, con diferencias y similitudes que también se han incorporado en nuestro grupo. Tanto es así que en algún momento el Grupo se ha visto ampliado con la visita generosa de Federico Russo, Fiorella Ceppi y de María Elisa Mitre cuyas presencias y contribuciones quedaron formando parte también de nuestra matriz.

 

Consecuencia de esta gran red de relaciones fue la propuesta y celebración del Encuentro Internacional de Psicoanálisis Multifamiliar celebrado en Madrid el pasado año. El grupo de trabajo de Madrid-Castilla La Mancha fue capaz de organizarse, de trabajar de forma coordinada, de lanzar propuestas creativas y de poner en marcha un proyecto al que se trasladó el clima afectivo que suele predominar en nuestros encuentros. El equipo de 12 personas que nos comprometimos a llevar adelante la tarea de organizar el encuentro, disfrutamos enormemente compartir este proyecto y generamos y profundizamos en vínculos de trabajo y afectivos preciosos. Tuvimos muchos momentos de alegría y creatividad, momentos de atasco y de enfado, tiempos demandantes, diferencias y culpas en las disponibilidades, sustos y angustias, momentos maniacos y omnipotentes… hubo de todo. Pero sobre todo pudimos comprobar la posibilidad de trabajar en una estructura colaborativa y autogestionada que fue desenvolviéndose en un campo donde las interdependencias que se crearon, tenemos la sensación, de que fueron muy sanas.

 

La creciente solidaridad grupal y el clima de confianza de este grupo grande, se ha ido poniendo de manifiesto en numerosas ocasiones. Han originado en muchos de nosotros y nosotras un sentimiento de agradecimiento por pertenecer a un grupo en el que, encuentro tras encuentro, nos sentimos conectados, escuchados y profundamente acompañados.

 

Este acompañamiento es nuestra vivencia. Repasando fundamentalmente el artículo de García Badaracco “El Psicoanálisis Multifamiliar cómo curar desde la virtualidad sana” hemos hecho una serie de reflexiones que ponen en relación el poder de la vivencia en los grupos multifamiliares con la experiencia de nuestros grupos de profesionales.

 

Hemos estado pensando sobre la idea de que tanto en cada uno de nuestros equipos como en el primer grupo pequeño de Salitre se venían dando dinámicas que podrían explicarse como interdependientes y que estas dinámicas podrían estar sucediendo en otros equipos y grupos de trabajo. En nuestro caso, las interdependencias que se generaron fueron, en buena parte, sanas y creativas. Pero también hemos tomado conciencia de que algunas de nuestras interdependencias han sido patológicas reflejando las relaciones de poder que las mismas instituciones portaban e involucrando también nuestras propias formas de vincularnos según nuestras historias personales y familiares.

 

Tal y como se le presentó a Badaracco, a nosotras se nos hace ahora también evidente que la presencia de muchos otros en un contexto grupal más grande garantiza de mejor manera contar con la seguridad necesaria para que cada uno de nosotros podamos rescatar nuestros aspectos más sanos.

 

En el grupo grande local de coordinadores venimos aprendiendo a construir una conversación compartida con la esperanza de poder abrir espacios mentales y de verdaderamente aprender a escuchar con respeto entre compañeros con nuestras diferencias y nuestros equipajes. Estamos construyendo colectivamente, un entorno en el que conversar de tal manera, que los emergentes de los procesos mentales internos de cada uno de nosotros, aún aquellos inconscientes, puedan ser rescatados en términos de inclusión.

 

Nosotras, tenemos la vivencia de que aquello que vivimos, entendimos o pensamos en los encuentros con otros (nuestros propios encuentros en Madrid, los encuentros internacionales, las visitas a GMF que normalmente no coordinamos) a menudo las vivimos, entendemos y pensamos en otros contextos y especialmente en los GMF en los que coordinamos. Hemos experimentado un proceso en el que las matrices de vínculos que se van generando son internalizados, llevados a diferentes contextos, enriquecidos y vuelven a otros encuentros a manera de una espiral dialéctica que fomenta el crecimiento y la creatividad.

 

En este sentido el encuentro internacional que realizamos en Madrid se nutrió de nuestros múltiples encuentros del grupo grande madrileño, de las vivencias del grupo que lo organizó, de la experiencia del grupo Salitre y los vínculos que se generaron, de cada uno de los GMF en los que participamos y de los vínculos generados internacionalmente en Buenos Aires, Bilbao o Roma. A su vez la experiencia de Matadero generó nuevas vivencias, vínculos y aperturas mentales que nos han ido influyendo y con las que hemos llegado aquí a Buenos Aires.

 

Badaracco relaciona el poder curativo de poder contar con otro con la solidaridad grupal que se genera a través de experiencias vivenciales compartidas. Poder contar con otro y especialmente poder contar con muchos otros posibilita poder ser más uno mismo y poder pensar por uno mismo.

 

En los grupos grandes, aun siendo de coordinadores, es difícil no encontrar la heterogeneidad. Tanto en la educación de base como en la formación, la orientación terapéutica, el tipo de institución en el que trabajamos, nuestra posición de poder relativo en el mismo, la edad, la situación familiar, la posición política, económica y de clase, las nacionalidades, la orientación sexual y nuestra aproximación al género. (Es cierto que la mayoría de nosotros somos blancos, no pobres y no diagnosticados de una enfermedad mental grave y eso pone bastante límite a una heterogeneidad más inclusiva). Estas diferencias nos hacen transitar por el proceso que Badaracco describe desde un “¿qué tengo yo que ver con lo que estoy escuchando?” al descubrimiento, interés y curiosidad genuina de descubrir la universalidad inherente a cada vivencia singular del ser humano. Así mismo, dan la posibilidad de considerar la diferencia como un territorio a explorar para ensanchar nuestras experiencias y funcionar como brújula de la curiosidad. García Badaracco sostiene que los grupos multitudinarios se pueden preparar para contener todo tipo de diferencias y resolver el problema de la comunicación sobre nuestras dependencias recíprocas en términos de historia singular. La función de la coordinación, circulando entre distintos participantes permite que se genere un esfuerzo colectivo y espontáneo de integración y elaboración de estas diferencias.

 

Esta coordinación permite a través de la percepción y rescate de la universalidad de las vivencias singulares la apertura mental y esa especie de hermandad necesaria para poder realmente contar con los demás. Una organización horizontal de la estructura grupal facilita la posibilidad de no delegar la responsabilidad de pensar por uno mismo sino de pensar con autonomía junto a otros. Esta estructura horizontalizada facilita des-privilegiar voces que se atienden como supuestamente sabias (en posesión del conocimiento teórico y de prácticas experimentadas) y poder respetar profundamente las vivencias diversas que aportan las sabidurías múltiples. Solo así podremos alejarnos del peligro de la teoría única, o el pensamiento único.

 

Así como las familias llegan a los grupos multifamiliares enredados en sus interdependencias y muy a menudo en un clima de violencia, paranoia y miedos recíprocos, los profesionales también llegamos a los grupos grandes con nuestras propias interdependencias personales e institucionales. Pensamos que una vez en contacto con muchos otros que no siempre están implicados en las mismas tramas se puede empezar a pensar en “las verdaderas dificultades de la familia” que en este caso suelen estar relacionadas con cuestiones de equipo o institucionales.

 

Cada persona puede integrar diferentes experiencias vividas en distintos contextos que pueden abrir espacios mentales con un efecto multiplicador. Esta apertura comprende tomar conciencia de los conflictos dilemáticos que ocurren de forma universal. Y nos hace crecer enormemente.

 

BIBLIOGRAFIA:

García Badaracco, Jorge E. [2006e]: “El Psicoanálisis Multifamiliar: cómo curar desde la `virtualidad sana´”.

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