Texto leído por el Dr. Norberto Mascaró
Les hablaré de algunos aspectos de su vida personal y de la pasión con que Jorge asumía su profesión. También trataré de resaltar los conceptos fundamentales de su pensamiento. En 1973 comencé a trabajar en su clínica, que había fundado 5 años antes con Norberto Proverbio y Alfredo Canevaro y que funcionaba como una Comunidad Terapéutica de Orientación Psicoanalítica. Allí viví las experiencias vivenciales más importantes que marcaron mi vida personal y profesional.
Jorge era un hombre dedicado casi exclusivamente a su profesión, sobresalía por su entusiasmo, creatividad y sobre todo por su perseverancia. Su compromiso emocional con los pacientes y su capacidad de asistencia eran ilimitados. De él como maestro, aprendí a ver y entender la patología mental severa desde una perspectiva más esperanzadora, me trasmitió una visión en donde la psiquiatría y el psicoanálisis se articulaban y constituían un pensamiento común, me enseñó a integrar en el tratamiento el análisis individual, la terapia familiar, la terapia grupal y otros recursos terapéuticos que ofrecía la clínica. La idea de proceso terapéutico fue el eje central de su actividad asistencial, este concepto encierra la idea de la evolución normal que debe realizar una persona para alcanzar su autonomía y de los factores que interfieren su desarrollo y que causan la enfermedad mental. A su vez, nos da las claves del camino que tiene que recorrer el paciente y su familia para alcanzar los niveles de salud que le permitan realizar una vida satisfactoria.
Realicé la residencia médica en psiquiatría en el Hospital José T. Borda de la ciudad de Buenos Aires a comienzos de la década del 70. Esta residencia tuvo su origen en el Curso Superior de Psiquiatría para médicos argentinos y extranjeros con residencia en el hospital, que Jorge creó en1958 y que unos años después se transformó en una residencia universitaria que permitía acceder a la especialidad. En esa época crea el primer Hospital de Día y la primera Escuela de Terapia Ocupacional en Argentina.
Conocí a Jorge en 1971 en una conferencia sobre psicosis, a ella concurrimos varios residentes. Debo confesar que entendimos muy poco de lo que hablaba, nuestra formación era escasa y su pensamiento era un cúmulo de ideas que todavía no habían encontrado la coherencia y claridad necesarias para la comprensión de la audiencia. Recuerdo, que algunos psiquiatras del hospital, ante la incomprensión de lo que hablaba, lo llamaban el “loco Badaracco”. (Me recuerda a S. Ferenczi, que ante sus ideas innovadoras los colaboradores de Freud decían que estaba psicótico).
Un tiempo después comencé a trabajar en su comunidad terapéutica, allí pude comprobar, con el correr de los años, cómo su pensamiento iba tomando forma y adquiría una mayor complejidad y una coherencia y claridad que carecía anteriormente. Cada concepto psicoanalítico era tamizado por la experiencia clínica, en los diferentes ámbitos terapéuticos y en especial en los grupos multifamiliares, a este ejercicio Jorge lo llamaba la “recontextualización del psicoanálisis”. Después de una reiterada convalidación clínica e intercambio con los colegas, quedaba oficializado en el pensamiento común. Debo señalar que estas situaciones, a veces resultaban agotadoras, ya que Jorge era muy reiterativo con los temas y reclamaba de sus colaboradores un compromiso intenso. Nos reunía frecuentemente, sábados, domingos o festivos, para intercambiar sobre los temas que nos ocupaban en ese momento. Recuerdo que para Jorge no existía el límite horario y los días de la semana eran todos parecidos, por la mañana dedicaba algunas horas a su consulta particular y a la Asociación Psicoanalítica y por la tarde concurría a la clínica, en donde la jornada se extendía hasta la media noche. Recuerdo que algunas veces coincidimos de vacaciones, Jorge trasladaba parte de su biblioteca en el maletero del automóvil, trabajaba todos los días de 16 a 21 horas y si encontraba a algún colega cercano, la tarde siguiente, éste se encontraba trabajando con él. También debo confesar, que en algunas ocasiones lo evitábamos, para poder disfrutar esa tarde de playa con la familia. A pesar de todo ello, el “núcleo duro” de colaboradores continuamos a su lado y hoy en día seguimos difundiendo sus ideas y profundizando su pensamiento. Esta es la mejor muestra de gratitud a sus enseñanzas.
A continuación, quiero trasmitirles el impacto especial de su pensamiento en el medio psicoanalítico tradicional. En 1982, viajábamos a Montevideo con un colega, Antonio Guzzo, para realizar tratamientos de familias, con pacientes que habían sido tratados en la clínica en Buenos Aires. Un grupo de profesionales jóvenes, muchos de ellos en formación psicoanalítica en la Asociación Uruguaya de Psicoanálisis, nos propuso realizar un grupo de estudio sobre las ideas de Jorge. Al cabo de unos meses, la presidenta de dicha Asociación, nos cita a una reunión en su casa. Nos sorprendió mucho esta invitación, no la conocíamos y no imaginábamos con qué podía estar relacionada. Fuimos a su casa y nos recibió con cara de pocos amigos y nos reprochó el flaco favor que le hacíamos a los candidatos, al introducir ideas que desvirtuaban el psicoanálisis. La presidenta se refería a que con nuestras ideas favorecíamos la transgresión de las reglas de abstinencia y neutralidad y que nos apartábamos del encuadre oficial. Nosotros hablábamos de la necesidad de la presencia del analista como persona, del compromiso emocional con el paciente y de la subjetividad con que estaban impregnadas nuestras intervenciones. No olvidemos que el analista didáctico de Jorge en París, fue Sacha Nacht, entonces presidente de la Asociación Psicoanalítica de París, quien había publicado en 1963 “La presencia del psicoanalista”. En los grupos de estudios tratábamos de trasmitir nuestro modelo de trabajo con la patología mental grave. Nos enteramos posteriormente que algún candidato había cuestionado su propio análisis didáctico, reclamando más “humanidad” a su analista.
Ante esta situación conflictiva recurrimos al Profesor Carlos Mendilaharzu, quien había sido presidente de la Asociación Psicoanalítica Uruguaya y poseía un notable prestigio. Mendilaharzu mantenía una larga amistad con Jorge de su época parisina. El profesor nos recibió amablemente y ante el relato de los sucesos ocurridos, nos estimuló a que siguiéramos con nuestra tarea. Al año siguiente Jorge García Badaracco fue invitado por la Asociación a dar una conferencia sobre el análisis de la psicosis.
Trabajé en la comunidad terapéutica hasta el año 1984, año en que emigré a Bilbao en donde fui contratado como asesor de un Centro Experimental de Salud Mental. La antigua relación de Jorge con el profesor Julián de Ajuriaguerra forjada en este hospital, hizo posible, a través de José Guimón, discípulo del profesor y catedrático de la Universidad del País Vasco, mi traslado a Bilbao. En este Centro Experimental transformamos un hospital de día de psicóticos en una Comunidad Terapéutica Psicoanalítica de Estructura Multifamiliar y creamos en ese contexto el primer Grupo de Psicoanálisis Multifamiliar en Europa que continúa funcionando en la actualidad. De esta experiencia pionera, surgió mi trabajo “La constitución de un Grupo Multifamiliar en una Institución Pública” (N. Mascaró, 2000). Allí describo el inicio de la andadura de un equipo que carecía de una experiencia en este campo terapéutico. Comenzamos la experiencia con un grupo de familias sin los pacientes designados. Las fantasías del equipo encerraban un intenso temor, pensaban que las situaciones que se producirían si estaban presentes los pacientes iban a ser dramáticas y destructivas y que serían difíciles de contener y manejar. Se realizó un trabajo previo con las familias individualmente para vencer las resistencias de encontrarse con otras familias, algunas de ellas vecinas, y exponer su intimidad.
Comenzamos a reunirnos una vez por mes. El discurso se centraba en los ausentes-presentes, es decir en los pacientes. En ellos se depositaban los aspectos más destructivos y sádicos de los padres. Nunca perdimos de vista nuestro objetivo principal, que era conectar a los progenitores con sus carencias estructurales con sus necesidades emocionales profundas ocultas tras los agravios atribuidos a los hijos. Al cabo de un año el grupo estaba consolidado y los familiares encontraron un espacio que consideraban propio, ya no hablaban de los ausentes, abordaban situaciones vivenciales traumáticas, cargadas de sufrimiento, caracterizadas por duelos no elaborados e intensas culpas, inseguridades, frustraciones y un marcado pesimismo en relación a las posibilidades de salir de esa situación. Se fue aumentando la frecuencia de las sesiones hasta llegar a una vez por semana. Así se fue creando una cultura terapéutica en donde lo que les pasaba a los padres no era tan distinto a lo que les pasaba a sus hijos. La inclusión de las historias familiares contribuyó a comprender la enfermedad en una perspectiva transgeneracional.
Este desarrollo permitió que los familiares directos realizaran su propio proceso terapéutico. En muchas ocasiones las madres y padres más antiguos oficiaban de coterapeutas. Qué mejor, que un progenitor que había pasado situaciones de intenso sufrimiento para entender y transmitir una esperanza a otros padres en un momento de crisis.
Se comenzó a generar una esperanza de que las cosas podían cambiar y que se podía alcanzar una vida más satisfactoria. Así se llegó a la necesidad de incorporar a los pacientes designados como una forma de profundizar en las diferentes problemáticas y favorecer el intercambio directo entre los familiares. Ésta, fue una forma de comenzar una experiencia innovadora, sabíamos que existían otros modelos en América y Europa, pero elegimos el modelo que nos permitía trabajar las diferentes dimensiones de la mente: la individual-subjetiva, la familiar-intersubjetiva y la social-transubjetiva, en un mismo espacio. Nuestro fin principal era trabajar las interdependencias patológicas y patogénicas que producían el atrapamiento en que se encontraban los familiares y que generaban un intenso sufrimiento.
Volviendo a nuestro homenajeado, durante muchos años contamos con su presencia desinteresada en Bilbao, lo que nos permitió afianzar nuestra experiencia. Realizó numerosas conferencias en España, Francia, Italia y Portugal, lo que contribuyó a difundir su pensamiento. También nosotros, a través de los grupos de estudio y seminarios de la fundación OMIE y la Universidad de Deusto, contribuimos a propagar su pensamiento.
En todos estos años, nunca perdí el contacto con Jorge y continué observando y participando en la evolución de sus ideas, que dieron lugar a una concepción nueva que se inscribe en la línea del Pensamiento Complejo. En el año 2000 publicó “Psicoanálisis Multifamiliar” (Los otros en nosotros y el descubrimiento del sí mismo). En francés el libro publicado por Prensa Universitaria, el “Psicoanálisis Multifamiliar” hace referencia a la Comunidad Terapéutica Psicoanalítica de Estructura Multifamiliar, libro publicado en 1990. Él nunca apartó sus aportaciones de la metapsicología freudiana, decía que la ampliaba y la enriquecía. Muchos de nosotros estamos revisando esta situación llena de controversias. Este pensamiento, lo asentó sobre una teoría del crecimiento y desarrollo de la personalidad normal, describiendo los factores que lo interferían y que desencadenaban la enfermedad. Jerarquiza la carencia de recursos genuinos del yo, como prerrequisitos básicos de las funciones del yo, cuyos fallos están en los procesos identificatorios patológicos y patogénicos, Jorge califica las identificaciones en normógenas y patógenas, las primeras contribuyen a la estructura del aparato psíquico (yo y superyó) mientras que las segundas significan una “carga” para dicha estructura y originan la idea del “objeto enloquecedor”. Objeto escindido del curso asociativo que presenta características de un “otro” vivo en el psiquismo (intersubjetividad) y que se expresa a través de actuaciones cuando se instala la crisis. También destaca la dimensión intersubjetiva del funcionamiento psíquico en general (“los otros en nosotros”). En relación al concepto de “virtualidad sana” (2006), se encuentra desde los inicios de su obra en la idea de rescatar los aspectos sanos de la regresión patológica, se apoya para ello en las ideas de S. Ferenczi, M. Balint y D. Winnicott. Ve en esta situación la potencialidad de un crecimiento y desarrollo normal, que no ha tenido la oportunidad de manifestarse. Decía en sus últimos años: “desarrollar lo sano para curar lo enfermo”. Otra noción fundamental en su desarrollo teórico-clínico es el de “interdependencia recíproca”. Ésta hace referencia a situaciones de “atrapamiento” en que se encuentran las personas y que exceden el campo vincular y que corresponden a situaciones reales y actuales que inciden en sus vidas y que les impiden salir de la “trampa” en que están inmersas. Lo vincular constituye el núcleo de esas interdependencias y se expresa a través del entramado transferencial que en el grupo configura un campo psicológico de estructura multifamiliar. Estas interdependencias también están internalizadas y contribuyen al mantenimiento de lo anteriormente descripto. Así fue modelando su pensamiento, destacando que la “potencialidad” del psicoanálisis estaba, no sólo en los escritos de Freud, sino también en lo que había estimulado a pensar.
Para terminar, les hablaré de uno de los conceptos interesantes que desarrolló hasta sus últimos días. La noción de “vivencia”, esta palabra introducida en la lengua castellana por Ortega y Gasset a principios del siglo XX, tuvo por objeto diferenciar la experiencia que capacita, de la experiencia que modifica el yo. Jorge habla de un “análisis vivencial”, para ello es necesario, por parte de los profesionales, un compromiso emocional y una capacidad de asistencia, que generen un “clima emocional” de confianza, seguridad y solidaridad, que favorezca el “rescate” de los aspectos vivenciales del orden de lo “no representado”. Al decir de Nacht “el lugar a donde no llegan las palabras”. Alberto Eiguer, refiriéndose a este compromiso habla de una ética vincular: Respeto (no emitir juicios de valores); Reconocimiento (aceptar las diferencias); Responsabilidad (hacerse cargo del sufrimiento) y Recreatividad (aprender del paciente).
Próximamente, María Elisa Mitre publicará un libro que escribió con Jorge García Badaracco: “Psicoanálisis Vivencial” en donde desarrollan esta concepción novedosa sobre los tratamientos psicoanalíticos.
Esta forma de pensar y de trabajar nos permitió superar los tratamientos tradicionales, que se traducían en un cúmulo de fracasos terapéuticos y dotarnos de la esperanza y el entusiasmo para abordar la patología severa, sabiendo que siempre está la posibilidad de mejoría.
Jorge siempre tuvo una actitud vital, que incluía una curiosidad constante, una indagación profunda y un cuestionamiento permanente. Ofrecía una mirada innovadora de los fenómenos en los que estábamos inmersos. Su pensamiento era abierto, sin ataduras, sin simplificaciones y expuesto a un intercambio constante. Los últimos años de su vida, los centró en los grupos multifamiliares y se dedicó a escribir y a enseñar. María Elisa Mitre, discípula destacada, que lo acompañó más de 40 años, recopiló recientemente su obra dispersa, en 3 tomos que fueron editados por la Asociación Psicoanalítica Argentina.