Abstract
La expatriación es una experiencia particularmente compleja que confronta el sujeto a varias tipos de vivencias. A través de la descripción de nuestras dos experiencias migratorias, este texto intenta resaltar el carácter tanto singular como universal de estas vivencias.
La primera intervención expone cómo la separación física con el entorno provoca una reactivación de la posición depresiva. Así, confronta el sujeto al vestigios que tiene de sus separaciones anteriores.
En la segunda parte, intentaremos elaborar una comparación entre las etapas atravesadas psíquicamente en la migración y las etapas arcaicas del desarrollo psíquico del niño.
Hemos tratado mostrar cómo la migración puede ser tanto el lugar de vivencias profundamente desorganizadoras como la oportunidad única, cuando está debidamente acompañada, de un renacimiento psíquico.
Introducción
En 2016, fuimos a vivir en Buenos Aires para hacer una pasantía y formarnos al Psicoanálisis Multifamiliar con la asociación Babel Psi. Durante seis meses, hemos participado a 3 grupos semanales.
Le presentaremos un trabajo sobre nuestras experiencias de expatriaciones temporales y el poder de las vivencias que eran nuestras.
La experiencia de expatriación: de la vivencia de derrumbe al acceso a una trama familiar abierta
Vincent Delmas
Mi encuentro con el psicoanálisis multifamiliar estuvo directamente ligado con mi primera expatriación. Mi partida hacia Buenos Aires correspondía a mi primera experiencia de alejarme de mi familia. No había conocido algo de tal intensidad, no me di cuenta del impacto mental que podía significar este viaje a Argentina.
Durante algunas semanas, tuve la sensación de derrumbarme, no entendía lo que me pasaba, me sentía totalmente a flor de piel… Lo que tenía que ser un sueño empezaba a ser una pesadilla: estuve deprimido, tenía el sentimiento de no tener nada que me retenía, de estar solo frente al mundo, como si hubiese perdido a mi familia y que estaba solo yo para cuidar de mí mismo.
Durante los primeros días de mi viaje, odiaba Buenos Aires, odiaba incluso todo el país, denigraba cada pequeña cosa que encontraba en mi vida cotidiana. No entendía qué se podía apreciar de este lugar. Me acuerdo de mí, caminando en las calles de la ciudad, con una sensación de tristeza y de ira. Necesité todavía varios meses para darme cuenta de lo que me pasaba realmente.
Me acuerdo de la violencia de esas semanas. Fue tal que después de varias semanas me pregunté si no había que regresar a Francia…
Durante ese periodo, tuve este sueño:
Estoy en una casa un poco especial, me hace pensar en algún tipo de templo griego pero también parece una ciudad subterránea. Se trata de una casa familiar donde toda mi familia está reunida al mismo tiempo.
Pero percibo de golpe que hay muchos miembros de mi familia que no conocía. Es la primera vez que los veo y que tengo conciencia que existen. Pienso que mi familia es finalmente mucho más grande que lo que pensaba.
De un golpe, no sé bien cómo y por qué, rompo una columna de la casa y me doy cuenta que todo va a derrumbarse. No sé qué hacer, decido huir, me digo que no tengo tiempo de prevenir a los otros y que además si lo hacía me regañarían porque hice una estupidez. Me doy cuenta que todo el mundo va a morir porque la casa va a derrumbarse sobre ellos.
Me encuentro de golpe muy lejos de esta casa y tengo ahora que elegir entre diferentes caminos para poder regresar a casa. Estos caminos me hacen pensar en Dordogne, región francesa de mi familia.
Este sueño marca, yo creo, el paso de un funcionamiento psíquico en forma aislada, sumiso a la red de interdependencias de la trama familiar, a un funcionamiento psíquico abierto, hecho de nuevas interdependencias normógenas. Estos nuevos vínculos introducen la libertad y la creatividad en el centro de la psique.
Este cambio, lo vemos bien en el sueño, no parece posible sin una vivencia de desamparo y de culpabilidad. Los trabajos de Graciela Bar de Jones son muy esclarecedores sobre este tema:
“La migración se vuelve traumática cuando predomina el sentimiento de desamparo; desde ya esta vicisitud dependerá de los antecedentes históricos de cada migrante en cuanto a la calidad de sus experiencias previas de pérdidas, separaciones y/o abandonos personales o familiares. Una migración simboliza y reproduce la separación y la pérdida del amparo parental, fundamentalmente de la madre amparadora. La regresión es inevitable en los primeros tiempos; por lo tanto de la intensidad de la regresión —dadas las series complementarias de cada persona y si hubo o no elaboración previa de este proyecto— dependerá el grado de compromiso de la personalidad, con su riesgo de desintegración y disolución con pérdida de los límites del yo en situaciones extremas.”
En mi caso, lo que podría haber sido solo traumático llegó a ser, gracias a los grupos de psicoanálisis multifamiliar, una ocasión de crecimiento. No podemos prescindir de derrumbarnos cuando nos separamos de nuestra familia, de nuestros padres, para crecer y llegar a ser uno mismo. Sin embargo, podemos prescindir del trauma cuando una perspectiva de construcción de uno mismo nos es dada. Es, yo creo, lo que las multifamiliares permiten.
Pero más allá de contener la angustia, la multifamiliar me ofreció la posibilidad de tener en cuenta mis vivencias y de darles un lugar y una consistencia inédita en mi vida. Creo que lo más importante es eso. Se trataba del primer paso hacia la posibilidad de ser verdaderamente uno mismo.
La experiencia migratoria como Tierra de renacimiento psíquico
Liza BENAYM
Voy a presentarles un análisis de mi experiencia migratoria de seis meses como una reedición condensada de las etapas precoces del desarrollo psíquico. Las detallaré cronológicamente: Gestación / Primeros tiempos libres de conflictos / Posición esquizo-paranoide y posición depresiva. Luego, trataré de describir cómo este nuevo despliegue dio origen al renacimiento de una parte de mi verdadero-self.
1 . La gestación
Me enteré que iba a integrar el programa de intercambio entre la asociación argentina Babel Psi y la escuela de psicología parisina Psychoprat tan sólo algunas semanas antes de mi partida. Entonces, tuve muy poco tiempo para organizarme psíquicamente. Hasta ese momento, Buenos Aires era para mí tan sólo un “Otro lugar”. Debo admitir que elegí este país como podría haber elegido Vietnam, Canadá o China. No sabía nada de la cultura argentina, hablaba muy mal español y no tenía idea de lo que era el Psicoanálisis Multifamiliar.
Lo que me esperaba era, en todos los aspectos, extranjero. Todas las condiciones estaban dadas para crear un terreno particularmente propicio a la idealización.
En francés, tenemos un proverbio “L’herbe est toujours plus verte ailleurs”. Significa que la hierba siempre es más verde en otro lugar. Todo estaba por inventarse. Podríamos comparar este período preliminar antes de la partida con una gestación psíquica: el Otro este país desconocido, este extranjero del que ignoramos todo o casi todo crece adentro de nosotros mismos, se instala, ocupa un espacio aunque no aparezca todavía. Nos brinda la oportunidad de imaginarlo en todos sus aspectos. Algo que desear tanto como algo que temer.
Sólo tuve dos semanas para construir psíquicamente representaciones del lugar a dónde iba a vivir. Mis proyecciones se orientaban tanto del lado del objeto bueno (las músicas, colores, calor, etc.) como del objeto malo (los peligros, la inseguridad al origen de angustias de muerte). Graciela Bar de Jones describe este dualidad y ambivalencia « un proyecto migratorio se presenta por una parte como algo intensamente anhelado y valorado por el paciente y simultáneamente como un riesgo para su integridad psíquica ».
2 . El nacimiento
Pronto, llegó el momento de dejar mi país natal. En el avión, miraba la pantalla que dibujaba, poco a poco, la distancias surrealistas que atravesábamos. Como un bebé recorriendo el cuerpo de su madre para nacer, país tras país, paseaba por el mundo. En francés, decimos “mer” para hablar tanto de la madre como del mar. Entonces podríamos decir que “je traversais la mer”. “Cruzaba la mar” suena como “cruzaba la madre”.
3 . Primeros tiempos libres de conflictos
Aterricé en Buenos Aires al amanecer. De hecho, ¿no se dice “dar la luz”? Esto es particularmente acertado ya que, saliendo del aeropuerto, encontraba la luz y descubría una ciudad completamente distinta de la que había imaginado. Desde las primeras horas, me enamoré de este país dónde todo parecía tan dulce, exótico y cálido. Esas primeras impresiones se instalaron en mí durante el primer mes en Argentina, un mes de euforia, de descubrimientos, de encuentros y de excitación.
Durante estos primeros tiempos aparentemente libres de conflicto, las angustias arcaicas de muerte que evocaba anteriormente no desaparecieron tampoco: solamente estaban silenciosas. La excitación psíquica debida al descubrimiento de este nuevo entorno estaba a la altura del temor frente a la crisis psíquica que le sucedería. Es decir, presentía inconscientemente la caída depresiva (del francés: la chute dépressive) que me preparaba a vivir.
4 . Desorganización psíquica
Luego del primer mes, además de la alegría, empecé a experimentar emociones menos agradables. Se tornaban mucho más fuertes: la tristeza se volvía melancolía ; la inquietud se hacía pánico.
Observaba en mí misma procesos psíquicos arcaicos tales como el clivaje, la ansiedad persecutoria y la fragilidad identitaria.
– El clivaje operaba entre mi país de origen y el país que me había acogido: denostaba las condiciones de vida en Francia a favor de una idealización de mi nueva vida argentina.
– Descubría los diferentes grupos de psicoanálisis multifamiliar con el sentimiento de integrar una nueva familia, familia benevolente, que hablaba con tal generosidad. Una familia que me ayudaba a analizar las interdependencias recíprocas patógenas de mi propia trama familiar de una manera diferente a la que me había aportado mi psicoanálisis individual. Así, se constituía el perfil de una “familia buena” que venía a reparar otra.
La llegada a este país, impregnado de una cultura y de un idioma que me eran extranjeros, alteró mis propias marcas culturales e identitarias. Durante las primeras sesiones de multi, percibí un ambiente radicalmente distinto al de las estructuras de salud mental que conocía en Francia. Esto me produjo un sentimiento de extranjeridad. Estaba sorprendida por la proximidad entre participantes y coordinadores, los contactos físicos por ejemplo con los abrazos, el clima era distinto al de las reglas estrictas que conocemos en Francia.
Por otra porte, fue muy difícil para mí de aceptar el “no entender todo”. La exigencia que me imponía superaba las necesidades naturales del aprendizaje de un nuevo idioma. Según esta exigencia, debía hablar perfectamente, entender sin dificultades, interiorizar como en la propia lengua materna. Me parece que la ansiedad subyacente es del tipo identitaria. ¿Cómo hacerse pasar por una verdadera argentina cuando el nivel de español viene, de entrada, a traicionarnos ? Una vivencia persecutoria resultaba de esta ansiedad identitaria: siempre me sentía evaluada, juzgada respecto de mi nivel de español. También tenía miedo de que las palabras que no entendía fuesen ataques contra mí.
Estas vivencias nos recuerdan las vivencias del bebé durante la posición esquizo-paranoide descrita por Melanie Klein. Le sucedió a esto una caída depresiva caracterizada por sentimientos de tristeza y una vivencia de derrumbe psíquico. Caí en un sentimiento de pérdida, como si todo lo dejado en Francia estuviese perdido para siempre.
El trabajo efectuado en los diversos grupos de psicoanálisis multifamiliar me permitió darme cuenta de la necesidad de este período depresivo para que un cambio real pudiese advenir. Había un lugar para mi dolor, estaba aceptado por el grupo. El clima particularmente caluroso, como un vientre materno, me ayudó a contener tanto mis vivencias de desorganización como mis vivencias depresivas en juego en esta experiencia migratoria.
Frente a la desorganización provocada por la migración, el psicoanálisis multifamiliar me permitió, poco a poco, a organizar una restructuración psíquica que intenté ilustrar como un renacimiento. El renacimiento de un yo más fuerte y más auténtico que me permitió ser más verdaderamente yo misma.
De este modo, el resurgimiento de problemáticas pre-edípicas debido a mi expatriación dio origen a una reorganización de los estadios del desarrollo psíquico para dar paso, finalmente, al desarrollo de los componentes de mi verdadero-self.
Conclusiones
En resumen, a través de las experiencias de cada uno, nos dimos cuenta que pudimos encontrar vivencias parecidas provocadas por el contexto de expatriación. Esas vivencias tenían en común una intensidad caracterizada y varios aspectos arcaicos.
Nos permitieron revivir y reactualizar relaciones fusiónales, experiencias de separación, angustias de derrumbe y otras etapas del desarrollo del niño hasta que se puede individuar como ser humano.
Así, este redesarrollo fue un camino que nos llevó a un aprendizaje de nosotros mismos y, mas que todo, al surgimiento de nuestros verdaderos selfs.
Los agradecemos su atención.
Referencias bibliográficas