Abstract
García Badaracco desarrolló ampliamente el concepto de función continente del analista.
En líneas generales todos los psicoanalistas reconocerían que es una función básica de la función analítica.
Nuestro maestro tenía una actitud muy personal y casi única al coordinar una sesión familiar que se desarrollaba con un clima psicótico transformarlo después de un cierto tiempo en una conversación entre neuróticos.
Tenía una cualidad única de escuchar, de observar y después intervenir. Se daba cuenta del intenso sufrimiento de cada uno de los asistentes. Sentía el intenso sufrimiento a partir de una identificación empática, desde ahí les hablaba, lo sentía, lo vivía. De ahí brotaban sus palabras. El paciente comprobaba que habían captado su sufrimiento. Ahí comenzaba a construirse la alianza terapéutica o interedependencia sana normogénica con cada uno y con todos los miembros de la familia.
Esta posición interna, la capacidad de dejarse embeber por ese sufrimiento hasta ahora invivible ella y incompatible iba seguido de otra capacidad interna de él, no menos compleja emocionalmente, captar la carencia de recursos yoicos del paciente y de la familia para contener tan difíciles sufrimientos.
Estos dos aspectos: darse cuenta del intenso sufrimiento y la precariedad de recursos yoicos para tramitarlo configuraban una actitud y una aptitud muy difícil encontrar en los terapeutas.
Estas capacidades contratransferenciales pueden formar parte de lo que le Stefano Bolognini describía como “ empatía psicoanalítica”.
Un fenómeno contratransferenciales vecino podría ser “el enactment”.
Joseph Sandler en 1976 fue uno de los primeros en describir el llamado “ENACTMENT” definiéndolo como el fenómeno por el cual el paciente arrastra analista a conductas que le permite actualizar una cierta relación de objeto. Este concepto viene entonces a cuestionar con fuerza la idea de un analista interpretador de una realidad que está por fuera de él, en el paciente. En todo caso es alguien que participa, actúa, y luego intenta explicar algo que ha ocurrido entre los dos. Sería un encuentro entre dos mundos internos. Se trataría del fin del “mito de la mente aislada”
¿Qué pasa si se siente impulsado a transmitir su propia vivencia personal, porque la intuye como una experiencia dilemática que entraña una enseñanza ó puede participar cómo una hipótesis universal?
Muchas intervenciones de los psicoanalistas en nuestra comunidad suelen tener un alto compromiso que creo que van más allá del el enactment ó de la llamada empatía psicoanalítica estudiada por Bolognini.
Trabajo
El jueves doce de julio asistí a una sesión multifamiliar de la cual me retiré al finalizar, sin tener deseos de asistir al ateneo clínico, me fui frustrado de mi aparente falta de conexión con la misma. Días después sentí la necesidad de recordar la sesión.
La familia de M. a través de sus miembros manifestaba la preocupación por el silencio de éste. Se le da la palabra: “Yo siempre estoy preocupado por cómo está de salud mamá, mis hermanos. Antes de venir quiero saber si ellos van a concurrir, si están bien. Yo a veces prefiero no hablar porque me da miedo que cuando ellos no estén más, yo me arrepienta y me sienta culpable por lo que les dije.” Un Hermano interpreta que entonces prefiere comer de todo y morirse en un coma diabético.
Yo para mi adentro pensé en la dramática referencia y dependencia que tenía de los suyos (Padres…) se me había ocurrido decirle, si no había un más allá de los Padres. Se me ocurría preguntarle si no quería a la vida. No lo hice, me pareció una pregunta muy banal.
Estas ideas me fueron trabajando durante mis días siguientes y atendiendo a un paciente con un gran exceso de peso, que también estaba muy referido a sus padres se me ocurrió la letra de la canción de Eladia Blázquez titulada “Honrar la vida”:
No! Permanecer y transcurrir
No es perdurar, no es existir
Ni honrar la vida!
Hay tantas maneras de no ser
Tanta conciencia sin saber
Adormecida
Merecer la vida, no es callar y consentir
Tantas injusticias repetidas
Es una virtud, es dignidad
Y es la actitud de identidad
Más definida!
Eso de durar y transcurrir
No nos da derecho a presumir
Porque no es lo mismo que vivir
Honrar la vida!
No! Permanecer y transcurrir
No siempre quiere sugerir
Honrar la vida!
Hay tanta pequeña vanidad
En nuestra tonta humanidad
Enceguecida
Merecer la vida es erguirse vertical
Más allá del mal, de las caídas
Es igual que darle a la verdad
Y a nuestra propia libertad
La bienvenida!
Eso de durar y transcurrir
No nos da derecho a presumir
Porque no es lo mismo que vivir
Honrar la vida!
Al tomar contacto con esta letra estaba pensando con insistencia en M., creo que hice un transbordo a mí mismo. Cuando escuché la canción cantada por Mercedes Sosa llegué a emocionarme profundamente, ya estaba seguro que estaba en mí mismo el acontecer de M. Al día siguiente, preparando un seminario de supervisión, sentí la necesidad de releer el trabajo de Freud de1936 en la carta abierta a Román Rolland con motivo del 70º Cumpleaños de éste, titulado “Un trastorno de la memoria en la Acrópolis”.
En las vacaciones de 1904 Freud viajó con su hermano, que justamente cumplía setenta años, por primera vez a Grecia; visitó la Acrópolis en Atenas. Cuando estuvo frente a él, se sintió muy raro, no podía ser que estuvieran frente al Acrópolis, parecía no recordarlo a través de las imágenes vistas anteriormente, más aún no podía ser que él estuviera ahí, no era él. El episodio de desmemoria y despersonalización no lo pudo entender en ese momento. Recién en 1936, en la carta citada, puede relatarle a Román Rolland la comprensión de dichas manifestaciones psicopatológicas vívidas en aquel veraneo con su Hermano.
No podía ser que él haya podido llegar a estar ahí frente y estar contemplando el tan anhelado Acrópolis. ¡Como podía ser que él estuviera ahí y que su Padre nunca lo hubiera visitado! Claro, su Padre era un comerciante judío que nunca se interesó por esta maravilla de la humanidad, no era su objetivo conocerlo, no estaba en sus ideales. Para él sí era muy trascendente conocer el Acrópolis. Él había estado frente al Acrópolis, podría no sentir culpa porque su Padre no lo conoció, para él era importante estar ahí.
Más adelante en este trabajo Freud escribirá: “Parece como si lo esencial del éxito fuera haber llegado más lejos que el Padre, y como si continuara prohibido querer sobrepasarlo.”
Toda esta relectura y reelaboración en el seminario con mis alumnos me llevo y provocó una vivencia de alivio, de apertura emocional con mi propio hermano de setenta años. Era como si estuviera viajando con él sin sentir ninguna deuda culposa con mi Padre, me sentía con más ganas de disfrutar de la vida. Me sentía de una forma muy difícil de precisar, me sentía feliz de lo que estaba viviendo. Siempre me había sentido muy atado a las palabras de un colega que en su momento logró implantar una idea dentro de mí: “nuestros Padres seguían viviendo dentro de nosotros hasta nuestra propia muerte”. Hoy siento que hay algo más trascendente que ellos mismos: “Honrar la Vida”.