Introducción
A partir del encuentro anterior del comité científico anterior en el que pensamos cuál será el futuro del PMF y cómo se va a adaptar a los cambios sociales, nos interrogamos qué podemos hacer en la actualidad, por dónde empezamos. Frente a esto nos surgieron algunas preguntas:
-¿Cambiamos la manera de intervenir en terapia a la misma velocidad en la que hay cambios en la sociedad?
-¿De qué forma nos podemos nutrir de otras ciencias?
-¿Cómo respondemos a las demandas que nos traen los jóvenes?
-¿Cómo están configuradas sus subjetividades?
-¿A qué imaginarios responden?
-¿Desde qué mirada leemos sus vivencias?
García Badaracco en El mundo de las interdependencias recíprocas dice: “Actualmente estamos asistiendo a cambios en la sociedad y en la cultura que están influyendo poderosamente en nosotros, y nos están cambiando lo que podríamos considerar como “nuestra verdadera naturaleza”, sin visualizar los factores y las causas de estas influencias, ni los mecanismos por los cuales se producen los cambios.”
Postula la necesidad de tener una nueva forma de pensar, y ésta consiste en una nueva manera de integrar el pensamiento de los distintos autores psicoanalíticos y no psicoanalíticos con los de otras disciplinas, pudiendo así inter-relacionar los diferentes enfoques a la luz de una visión de conjunto que proponga una ‘totalidad virtual’, dentro de la cual cada una de estas “maneras de pensar” pueda encontrar su lugar en relación con las otras.
Todos los sistemas sociales funcionan en términos de ‘interdependencias recíprocas’, ya en el 2007 Badaracco analizaba los cambios sociales y tomaba en cuenta por ejemplo, la política y las nuevas tecnologías. Hoy acá queremos pensar acerca de la interdependencia de las teorías de género y el trabajo terapéutico multifamiliar.
¿Qué es la perspectiva de género?
La perspectiva de género se refiere a un enfoque analítico y conceptual que busca comprender las dinámicas de poder, las desigualdades y las relaciones sociales desde la perspectiva de las identidades de género. Reconoce que el género no es simplemente una división binaria entre hombres y mujeres, sino que es una construcción social compleja que influye en todos los aspectos de nuestras vidas.
Al adoptar una perspectiva de género, se reconoce la importancia de analizar y abordar las diferencias y desigualdades que enfrentan las personas debido a su género, incluidas las disparidades en el acceso al empleo, la participación política, la toma de decisiones, el desarrollo de la sexualidad, de la autonomía, entre otros. También se enfoca en desafiar las normas y los roles de género rígidos que limitan las opciones y las oportunidades de las personas, limitando también el desarrollo del verdadero self.
¿Cuál es la diferencia entre sexo, género y sexualidad?
Creemos necesario partir de determinadas coordenadas teóricas para poder pensar la intervención de la perspectiva de género en el trabajo multifamiliar. Para ello debemos diferenciar tres grandes conceptos que tienden a quedar solapados y que hacen de obstáculo el abordaje clínico: sexo, género y sexualidad.
La categoria de sexo responde a un determinado discurso, el biológico. A partir de la genitalidad de las personas al nacer, se diferencian en dos categorías: Hombre/mujer.
El género está ligado a los procesos históricos, políticos y sociales. Es decir que el género se refiere a las características sociales, culturales y psicológicas asociadas a ser hombre o mujer en una determinada sociedad. Es un constructo social y puede variar en diferentes culturas y sociedades.
Por otro lado, la sexualidad se refiere a la atracción sexual y/o afectiva que una persona experimenta hacia otras personas y hacia una misma.
La normatividad en nuestra cultura viene dada por el binarismo, modelo que establece dos únicos géneros, el masculino y el femenino, y los atribuye a dos únicos sexos posibles. Esto es lo que se considera normal y esperable. Además, se debe sentir atracción sexual por el género opuesto, siendo la heterosexualidad la norma.
Sihombre/mujer son los únicos sexos posibles. ¿Qué pasa con quien es intersexual? Si Masculino/Femenino son los únicos géneros posibles. ¿Qué pasa con las personas no binarias? ¿Con las transexuales? Si la heterosexualidad es la única sexualidad posible. ¿Qué pasa con quien es homosexual? ¿Bisexual? ¿Asexual? ¿Pansexual? ¿Estamos interesados y preparados para respetar realmente a quienes se salen de la norma?
¿Cuál es el marco legal y social vigente?
A nivel legal, Argentina es un país que abraza la diversidad, la Ley de Matrimonio Igualitario y la de iIdentidad de Género están vigentes desde el 2012 y contamos con un abanico de leyes como la ley de violencia de género, de acoso, del aborto entre otras. Nos parece relevante nombrar el marco legal, porque nos muestra que ese binarismo tan arraigado, está dejando de ser la norma, nuestro sistema jurídico ya no lo contempla como tal. Como profesionales de la salud tenemos que adaptarnos a dichas modificaciones, porque de lo contrario estaríamos yendo en contra de los derechos humanos que estas leyes promueven.
¿Por qué incluir la perspectiva de género en el trabajo multifamiliar?
En palabras de la Dra. Ana María Fernández, psicóloga especialista en grupos e investigadora en género desde hace décadas: El desafío es problematizar, interrogar los a priori históricos desde donde se construyeron las categorías conceptuales que organizan la escucha. Hay que deconstruir, desarmar los sistemas de pensamiento de nuestros maestros fundadores para que recuperen su potencia subertidora.
Los terapeutas no estamos fuera de la producción y reproducción de la fantasmática social, si no intentamos construir una actitud de revisión tanto de los conceptos teóricos como de nuestras implicaciones, se van creando condiciones para actuar dichos puntos ciegos reproduciendo dicha fantasmática.
Abrir visibilidad a estas dimensiones crea condiciones de posibilidad para pensar tanto en las conceptualizaciones como en los abordajes clínicos: las dimensiones de poder en la constitución misma de los modos históricos de subjetivación de hombres y mujeres, tanto en sus efectos disciplinadores como en las resistencias a los mismos.
De lo contrario, estaremos realizando “ortopedias sociales”, considerando ciertas dificultades como personales, y diseñando abordajes de cura acorde a ese criterio. Sin considerar los procesos sociales de vulnerabilización que generaron dicho malestar, llenando de sentido aquello que no deberia dejar de interpelarnos, aquello que podría instituir nuevas significaciones sociales.
Para que alguien pueda saber qué quiere y cómo lograrlo, para que pueda decir no, e incidir en su realidad, necesita un tipo de subjetividad cuya construcción no depende exclusivamente de su psiquismo ni de sus vínculos familiares. Entran en juego condiciones de posibilidad histórico-sociales de gran complejidad, de lenta y difícil modificación.
Los mandatos de género son habitualmente un gran obstáculo para abrirse en cada quien la pregunta por el deseo, ¿cómo trabajar para que desde el sufrimiento, el desborde, la ira, el síntoma, puedan tomar lugar la potencia de invención, la creatividad? difícil será si no nos preguntamos a que está resistiendo, a que subalternidad resiste, qué abuso denuncia en sus síntomas o sus desbordes. Frecuentemente muchos cuadros de ansiedad o depresión transitan estos conflictos de subalternidad.
Explicitar dichas problemáticas sociales, nominar el malestar, no es solamente un acto semántico, la capacidad de hacer público, de visibilizar, de teorizar aquello que al no haber accedido a la experiencia objetivada colectiva, continúa en estado de experiencia individual, privada, como malestar, ansiedad, frustración.
Frente a todo esto nos preguntamos; ¿Cómo leer la trama familiar desde una perspectiva de género? ¿De qué forma intervenir?
Hemos reunido diversos casos clínicos para ejemplificar en qué tipo de situaciones creemos importante el abordaje desde la perspectiva de género.
Matrimonios tradicionales
En un grupo de mujeres jubiladas, se repite la vivencia de tener un marido jubilado en casa, que a pesar de tener mucho tiempo, no se ocupa de las tareas de la casa. Por lo tanto, estas tareas recaen o bien sobre ellas o bien sobre las trabajadoras del hogar que, por supuesto, son mujeres. Podemos ver que el sufrimiento muchas veces viene dado por el estado de sometimiento frente a sus parejas. En estos casos es muy importante trabajar sobre los estereotipos, la desigualdad de género en relación a las tareas del hogar, en la toma de decisiones y en la posibilidad de disfrute. Por supuesto que es importante trabajar esto mismo con los hombres que se encuentran inmersos en estas dinámicas para poder fomentar formas de vincularse más equitativas, como así también trabajar con ellos sus propias dificultades por estar sujeto a los imaginarios sociales tradicionales. Como pueden ser la dificultad para conectar con sus emociones y expresarlo, el mostrarse vulnerable, entre otras.
Maternidad
En el grupo del Cesac 2[1], y entendemos que en otros también sucede, la gran mayoría de las participantes son mujeres, son madres que se encuentran allí generalmente por dificultades con sus hijos y por el desgaste que presentan frente a la maternidad.
Por ejemplo, esta semana hubo una admisión, en la que una mujer con un hijo de 1 año, se encuentra muy frustrada por haber tenido que renunciar en gran medida a su actividad laboral, y por no poder concurrir a sus clases de teatro. En la misma entrevista nos cuenta que su pareja, continúa trabajando como antes 8 horas diarias, y además se encuentra realizando una maestría lo que le consume mucho tiempo.
¿Cómo leemos este caso? ¿Cuál va a ser nuestra dirección en el tratamiento?
Desde una perspectiva de género vemos que hay una inequidad en relación a la responsabilidad en la crianza. Si no podemos advertir esta situación, o permanecemos neutrales, corremos el riesgo de naturalizar y perpetuar dicha inequidad, muchas veces sin darnos cuenta. ¿Vamos a fomentar la construcción de herramientas para tolerar la frustración y que esta situación le sea más tolerable? ¿Vamos a indagar por qué no puede pedir “ayuda”, como si fuera una dificultad personal?. Es importante que pueda reconocer la verdadera problemática, que no es que ella está sobrepasada por la maternidad, sino que hay una distribución desigual en las tareas de crianza, que los intereses y el desarrollo de su pareja parecen tener más valor que los suyos.
Cuales son las vivencias frente a la crianza. ¿Es igual la responsabilidad-culpa-frustración que siente una madre y un padre?¿Tiene que ver solamente con la constitución personal o influye lo que socialmente se espera de ellos?
Exigencia en la apariencia física
Todos conocemos el sufrimiento que en muchos casos conlleva para las mujeres la disconformidad con su físico, y vemos la gran predominancia de mujeres en los casos de anorexia y bulimia. Esta semana por ejemplo, en la clínica una chica de 17 años comentó en el grupo su conflicto en relación a su peso y todas las personas que resonaron con ella fueron mujeres.
Siempre es importante validar la vivencia y universalizarla, pero en estos casos también es importante universalizar que esto es algo que le sucede a mucha gente, pero especialmente a las mujeres, ya que la presión estética sobre ellas es mayor. Poner en contexto y visualizar qué sostiene esa desigualdad, puede ayudar a desculpabilizar, a problematizar por qué tenemos ciertos ideales y si se quiere seguir sosteniéndolos. Por otro lado, ayuda a las familias a comprender qué papel juegan las exigencias sociales, que si bien tendrán que trabajar sus vínculos, también hay cuestiones que exceden a la propia familia.
Abuso sexual
Los casos de abuso sexual son muy frecuentes en nuestros grupos terapéuticos. Es importante señalar que la responsabilidad de la agresión es de quien agrede. En ocasiones, se señala y problematiza que la víctima se haya puesto en riesgo. Si responsabilizamos a la víctima de estos hechos, caemos en la lógica patriarcal de leer a la mujer como un objeto sexual que se tiene que autocuidar de los agresores. Esto hace que sientan culpa de lo que les ha sucedido.
Tratar desde una perspectiva de género permitiría comprender que no es responsabilidad exclusiva de los padres que no pudieron cuidar, ni de las personas que sufrieron el abuso. El abuso es una problemática social.
Hay muchas mujeres con tendencia a vincularse desde una jerarquía, desde una subordinación, que viene dada por la subjetividad construida socialmente, con un componente de género importante. Por supuesto que estas personas tendrán que hacer un proceso personal en el que aprendan a valorarse, a no vincularse desde la subordinación, a sentir que merecen cuidados etc. Pero es importante trabajar desde una perspectiva de género para poder deconstruir ese rol y que así puedan correrse de ese lugar de sumisión. Trabajando no solamente en su historia familiar, sino en el contexto que la misma está inserta.
Identidades no binarias
En relación a las identidades no binarias, todos sabemos que hay muchas personas que no se identifican ni con el género masculino ni el femenino. Actualmente en la clínica hay une paciente que manifiesta esto, y utiliza el pronombre elle para referirse a su persona. Y también ha habido otros casos de cambio de identidad. ¿Cómo respondemos a esos pedidos?¿Somos capaces de respetar las identidades no normativas como plantea la ley de identidad de género?¿O somos políticamente correctos pero sin aceptarlo verdaderamente?¿Respetamos a colegas con identidades no binarias?¿Cómo son las construcciones identitarias hoy?¿Son fijas o se piensan como construcciones que pueden ir cambiando a lo largo de la vida?
Podemos decir que es muy difícil para nosotros por ejemplo usar el pronombre elle al hablar, lo cual es válido, y en nuestra experiencia las personas lo entienden totalmente. No se enojan por eso, pero si se sienten profundamente discriminades cuando su identidad no es respetada, cuando se les desacredita. Con comunicar la intención de usar el lenguaje inclusivo es suficiente. La intención y el esfuerzo genuinos se perciben y se interpretan como una validación.
Rol de los terapeutas
Por supuesto, estas problemáticas que afectan a nuestros pacientes, también nos afectan a nosotros. Como dice Badaracco:
Podemos decir que estando verdaderamente “inmersos”, somos víctimas de lo que está pasando. Es decir, que no podemos ser observadores objetivos, porque no podemos tener una “distancia” que nos permita ser totalmente “espectadores”. Todo sucede como si, para ser espectador, fuera necesario realizar un trabajo muy complicado de “rescate”: rescatarme a mí mismo y “distanciarme”.
Entonces, para poder escuchar sufrimientos de subalternidad de género, tengo que poder indagar con otros que mueven esa escucha de mi propia subalternidad como mujer, o de mi propio posicionamiento de dominio como varón. Es importante también preguntarnos qué tipos de masculinidades y feminidades reproducimos, ¿son iguales las intervenciones de terapeutas varones y mujeres?¿intervienen con la misma firmeza?¿son escuchados de la misma manera por los pacientes?¿Como son los vinculos entre los terapeutas?¿son simétricos?. Son preguntas necesarias, ya que en nuestra formas de accionar y vincularnos, estamos mostrando modelos de masculinidades, feminidades y de vínculos, que pueden ser más o menos equitativos. Y estamos tan inmersos en dicho sistema, que tenemos que hacer el esfuerzo de “rescatarnos”, aunque no es posible distanciarse completamente, ni ser objetivo.
Muchas veces no es necesario explicitar dichas problemáticas de género con los pacientes, pero poder pensar desde esta perspectiva puede redireccionar la escucha y las intervenciones. De lo contrario, podemos estar muchas veces sin darnos cuenta, perpetuando situaciones de injusticia.
Bibliografia:
-Fernández A. M. (2021). Psicoanálisis. De los lapsus fundacionales a los feminismos del siglo XXI. Paidós.
-García Badaracco J. (2007). El mundo de las ‘interdependencias recíprocas’. Trabajo inédito.
[1] Centro de Salud y Acción Comunitaria.
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